jueves, 14 de julio de 2016

¿Google nos vuelve estúpidos?



¿Google nos vuelve estúpidos?


NIcholas Carr, a ver qué dice.
Neil Postman vivió en un mundo donde la televisión era la reina indiscutible y entendió que, como el medio es el mensaje, la televisión banalizaba, cuanto menos, el debate público sobre los aspectos importantes. Creo que la tele sigue en la cúspide de la ‘pirámide comunicativa‘, aunque le ha salido un competidor muy duro que más temprano que tarde le va a arrebatar la corona. La gran esperanza blanca: Internet.
Si la tele nos ha hecho  un poco más frívolos e insensible a las cuestiones importantes de nuestra sociedad, según Potsman,  la pregunta ahora es ¿Google nos vuelve estúpidos? La pregunta no es mía, es el inicio de la contraportada del libro de Nicholas Carr Superficiales, ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?” (2010). La continuación lógica a Postman en este análisis de los medios con el que me empeño en aburriros durante semanas. Aunque la mejor opción es que compren el libro y lo lean,  si no tienen tiempo o prefieren una lectura incompleta y fragmentada (dando la razón al autor, por cierto) aquí la tendrán. Pueden memorizar tres frases -de Carr, no mías- y triunfar en alguna fiesta pretenciosa.
El autor no niega los beneficios de Internet, ya lo iremos viendo, pero quiere alertar de esa postura tan preocupante, por lo común, del ‘idiota tecnológico’, que adopta toda nueva tecnología con entusiasmo, sin un ápice de reflexión sobre ella. O la postura contraria, elapocalíptico que intuye el fin de los tiempos en cada nuevo cacharro. La reflexión no implica que nos podamos librar de dicha tecnología y sus efectos, es sólo la voluntad de saber y entender de qué moriremos. Pírrico consuelo, sí, pero qué quieren, esto es solo un blog por el que ni siquiera me pagan, que lo queremos todo.
Heredero de McLuhan 
Se nota la influencia de Marshall McLuhan -viejo conocido de este blog-  sobre el pensamiento de Carr desde el prólogo.
Lo que no ven los entusiastas ni los escépticos es lo que McLuhan sí vio: que, a largo plazo, el contenido de un medio importa menos que el medio en sí mismo a la hora de influir en nuestros actos y pensamientos. Como ventana al mundo y a nosotros mismos un medio popular moldea lo que vemos y cómo lo vemos –y con el tiempo, si lo usamos lo suficiente, nos cambia, como individuos y como sociedad–. “Los efectos de la tecnología no se dan en el nivel de las opiniones o los conceptos”, escribió McLuhan. Más bien alteran “los patrones de percepción continuamente y sin resistencia”. (…) Nuestro foco en el contenido de un medio puede impedirnos ver estos efectos profundos.
Pero, como dice Carr, ni siquiera McLuhan hubiera podido anticipar lo que Internet pondría a nuestro alcance: un mundo inabarcable de información fragmentada y mezclada (textos, imágenes, sonidos) en el que navegar,surfear o, por qué no, ahogarse. Son tan grandes los beneficios que nos proporciona la red, tan fáciles de conseguir, que llega a nublarnos, es el soma de Huxley en ‘Un mundo feliz’. En palabras de Carr “la pantalla del ordenador aniquila nuestras dudas con sus recompensas y comodidades. Nos sirve de tal modo que resultaría desagradable advertir que también es nuestra ama”.
Nicholas Carr rodeado de extraños objetos llegados de una galaxia muy, muy lejana.
Carr nos habla de cómo él mismo, un usuario más, experimenta ese soma, cómo el uso continuado de Internet, el correo electrónico y las redes sociales, ha cambiado en él sus hábitos y capacidades de lectura, de concentración y comprensión de un texto. La red nos quita profundidad, nos hace superficiales. Con el uso continuado de la nueva tecnología llegó un momento en el que se dio cuenta que «era más importante lo que estaba perdiendo que lo que ganaba». Su propia experiencia le sirve como una especie de hilo conductor para el efecto que esas “tecnologías de la interrupción” están causando en la sociedad.
Durante los últimos años  he tenido la sensación incómoda de que alguien, o algo, ha estado trasteando en mi cerebro, rediseñando el circuito neuronal, reprogramando la memoria. Mi mente no se está yendo —al menos, que yo sepa—, pero está cambiando. No pienso de la forma que solía pensar. Lo siento con mayor fuerza cuando leo. Solía ser muy fácil que me sumergiera en un libro o un artículo largo. Mi mente quedaba atrapada en los recursos de la narrativa o los giros del argumento, y estaría horas surcando vastas extensiones de prosa. Eso ocurre pocas veces hoy. Ahora mi concentración empieza a disiparse después de una página o dos. Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer.
Luego desgrana diferentes manifestaciones de distintas personas que realizan trabajos intelectuales y a las que todas ellas, nacidas en  ‘Galaxia Gutenberg’ el uso continuado de las nuevas tecnologías de la información habían echado a perder una capacidad de concentración adquirida en su etapa de formación. Licenciados en literatura incapaces de leer sin interrupción unas cuantas páginas, adictos al hipertexto y otra formas de información online.

BIBLIOGRAFÍA:


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