¿Google nos vuelve estúpidos?
NIcholas Carr, a ver qué dice.
Neil Postman vivió en un mundo donde la televisión era la reina indiscutible y entendió
que, como el medio es el mensaje,
la televisión banalizaba, cuanto menos, el debate público sobre los aspectos importantes.
Creo que la tele sigue en la cúspide de la ‘pirámide comunicativa‘, aunque le
ha salido un competidor muy duro que más temprano que tarde le va a arrebatar
la corona. La gran esperanza blanca: Internet.
Si la tele nos ha hecho un poco más frívolos e
insensible a las cuestiones importantes de nuestra sociedad, según
Potsman, la pregunta ahora es ¿Google nos vuelve estúpidos? La pregunta no
es mía, es el inicio de la contraportada del libro de Nicholas Carr “Superficiales, ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?” (2010).
La continuación lógica a Postman en este análisis de los medios con el que me
empeño en aburriros durante semanas. Aunque la mejor opción es que compren el
libro y lo lean, si no tienen tiempo o prefieren una lectura incompleta y
fragmentada (dando la razón al autor, por cierto) aquí la tendrán. Pueden
memorizar tres frases -de Carr, no mías- y triunfar en alguna fiesta
pretenciosa.
El autor no niega los beneficios de Internet,
ya lo iremos viendo, pero quiere alertar de esa postura tan preocupante, por lo
común, del ‘idiota
tecnológico’, que adopta toda nueva tecnología con entusiasmo,
sin un ápice de reflexión sobre ella. O la postura contraria, elapocalíptico que intuye el fin de los tiempos en
cada nuevo cacharro. La reflexión no implica que nos podamos librar de dicha
tecnología y sus efectos, es sólo la voluntad de saber y entender de qué
moriremos. Pírrico consuelo, sí, pero qué quieren, esto es solo un blog por el
que ni siquiera me pagan, que lo queremos todo.
Heredero de McLuhan
Se nota la influencia de Marshall McLuhan -viejo conocido de este blog-
sobre el pensamiento de Carr desde el prólogo.
Lo que no ven los entusiastas ni los
escépticos es lo que McLuhan sí vio: que, a largo plazo, el contenido de un
medio importa menos que el medio en sí mismo a la hora de influir en nuestros
actos y pensamientos. Como ventana al mundo y a nosotros mismos un medio
popular moldea lo que vemos y cómo lo vemos –y con el tiempo, si lo usamos lo
suficiente, nos cambia, como individuos y como sociedad–. “Los efectos de la
tecnología no se dan en el nivel de las opiniones o los conceptos”, escribió
McLuhan. Más bien alteran “los patrones de percepción continuamente y sin
resistencia”. (…) Nuestro foco en el contenido de un medio puede impedirnos ver
estos efectos profundos.
Pero, como dice Carr, ni siquiera McLuhan hubiera podido
anticipar lo que Internet pondría a nuestro alcance: un mundo inabarcable de información fragmentada y mezclada (textos, imágenes, sonidos) en el que navegar,surfear o, por qué no, ahogarse. Son tan
grandes los beneficios que nos proporciona la red, tan fáciles de conseguir,
que llega a nublarnos, es el soma de Huxley en ‘Un mundo feliz’. En palabras de
Carr “la pantalla del ordenador
aniquila nuestras dudas con sus recompensas y comodidades. Nos sirve de tal
modo que resultaría desagradable advertir que también es nuestra ama”.
Carr nos habla de cómo él mismo, un
usuario más, experimenta ese soma, cómo el uso continuado de Internet, el correo
electrónico y las redes sociales, ha cambiado en él sus hábitos y capacidades
de lectura, de concentración y comprensión de un texto. La red nos quita profundidad, nos hace
superficiales. Con el uso continuado de la nueva tecnología
llegó un momento en el que se dio cuenta que «era más importante lo que estaba perdiendo
que lo que ganaba». Su propia experiencia le sirve como una especie de hilo
conductor para el efecto que esas “tecnologías de la interrupción”
están causando en la sociedad.
Durante los últimos años he
tenido la sensación incómoda de que alguien, o algo, ha estado trasteando en mi
cerebro, rediseñando el circuito neuronal, reprogramando la memoria. Mi mente
no se está yendo —al menos, que yo sepa—, pero está cambiando. No pienso de la
forma que solía pensar. Lo siento con mayor fuerza cuando leo. Solía ser muy
fácil que me sumergiera en un libro o un artículo largo. Mi mente quedaba
atrapada en los recursos de la narrativa o los giros del argumento, y estaría
horas surcando vastas extensiones de prosa. Eso ocurre pocas veces hoy. Ahora
mi concentración empieza a disiparse después de una página o dos. Pierdo el
sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer.
Luego desgrana diferentes manifestaciones de distintas
personas que realizan trabajos intelectuales y a las que todas ellas, nacidas en
‘Galaxia Gutenberg’
el uso continuado de las nuevas tecnologías de la información habían echado a
perder una capacidad de concentración adquirida en su etapa de formación.
Licenciados en literatura incapaces de leer sin interrupción unas cuantas
páginas, adictos al hipertexto y otra formas de información online.
BIBLIOGRAFÍA:
0 comentarios:
Publicar un comentario